Un tercio de nuestra vida la pasamos durmiendo en nuestro colchón. A la edad de 60 años, 20 de ellos los habremos dormido. Es lo que más hacemos, día a día, noche tras noche, así que cualquier problema durante el sueño, nos afecta cotidianamente, tanto de noche, como de día, condicionando muchas veces nuestra vida, porque las funciones del sueño son importantes para nuestro organismo.
El SUEÑO representa una función vital por ser:
- Imprescindible: el ser humano no puede vivir sin dormir
- Restauradora: el sueño “repara” nuestro cuerpo cada día
- Complementaria y fundamental para asegurar la vigilia: dormimos para poder estar despiertos al día siguiente
- Fisiológicamente necesaria: (reguladora de los biorritmos y garantía para el equilibrio entre las exigencias biológicas internas y el medio exterior)
En términos generales, no se conoce con exactitud científica qué pasa mientras dormimos en nuestro colchón, pero lo que sí sabemos es que cada fase del sueño implicada en una tarea diferente. Durante el sueño profundo, se produce la restauración física y durante el sueño REM la de la función cognitiva (procesos de aprendizaje, memoria y concentración).
De esta manera, lo que hemos aprendido durante el día se reafirma. En el saber popular encontramos frases hechas y refranes en este sentido como “lección dormida, lección aprendida” o “consultarlo con la almohada”. En la actualidad, hay muchos factores en los que se ha demostrado que dormir adecuadamente influye. Hablamos de rendimiento en el trabajo y en los estudios, bajas médicas, accidentes y todo lo que ello implica.
La vida moderna exige un permanente proceso de aprendizaje, atención, concentración, vigilancia…y funciones cognitivas como conducción, control y observación tienen un papel fundamental. Todas están íntimamente relacionadas con un buen descanso. Por eso, el sueño no reparador tiene consecuencias sociales y médicas importantes que afectan por igual a todas las edades y estamentos sociales.
Etapa 1 es el sueño liviano cuando se entra y sale del sueño y se puede despertar fácilmente. En esta etapa, los ojos se mueven lentamente y la actividad muscular se enlentece. Durante esta etapa, muchas personas experimentan contracciones musculares repentinas precedidas de una sensación de estar cayendo.
En la etapa 2, el movimiento de ojos se detiene y las ondas cerebrales se vuelven más lentas con sólo un estallido ocasional de ondas cerebrales rápidas. Cuando una persona entra en la etapa 3, ondas cerebrales extremadamente lentas llamadas ondas delta se intercalan con ondas más pequeñas, más rápidas. En la etapa 4, el cerebro produce ondas delta casi exclusivamente.
Las etapas 3 y 4 son referidas como sueño profundo, y es muy difícil despertar a alguien de ellas. En el sueño profundo, no hay movimiento ocular o actividad muscular. Es cuando algunos niños experimentan mojar la cama, caminar dormidos o terrores nocturnos.
En el período REM, la respiración se hace más rápida, irregular y superficial, los ojos se agitan rápidamente y los músculos de los miembros se paralizan temporalmente. Las ondas cerebrales durante esta etapa aumentan a niveles experimentados cuando una persona está despierta. También, el ritmo cardíaco aumenta, la presión arterial sube, los hombres experimentan erecciones y el cuerpo pierde algo de la habilidad para regular su temperatura. Es el tiempo en que ocurren la mayoría de los sueños, y, si es despertada durante el sueño REM, una persona puede recordar los sueños. La mayoría de las personas experimentan de tres a cinco intervalos de sueño REM cada noche.