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Fibra en la dieta: un aliado invisible para la salud

Fibra en la dieta: un aliado invisible para la salud

Don Colchón |

Cuando pensamos en alimentarnos bien, solemos poner la atención en las proteínas, las vitaminas o los minerales. Sin embargo, hay un nutriente que muchas veces pasa desapercibido y que es decisivo para nuestro bienestar diario: la fibra.

A diferencia de otros componentes de los alimentos, la fibra no se digiere ni se absorbe en el intestino delgado. Podría parecer algo sin importancia, pero en realidad es justo esta característica la que la convierte en un aliado poderoso para la salud. La fibra recorre nuestro organismo cumpliendo funciones que van desde mejorar la digestión hasta proteger el corazón.

Los beneficios de la fibra:

Uno de los efectos más visibles de la fibra es su capacidad para regular el tránsito intestinal. Funciona como una especie de “escoba natural”: da volumen a las heces, facilita su eliminación y ayuda a prevenir problemas como el estreñimiento. Pero también interviene en el otro extremo, ya que puede reducir episodios de diarrea al mejorar la consistencia de las deposiciones.

Niveles de azúcar más estables

La fibra soluble, presente en alimentos como la avena, las manzanas o las legumbres, tiene la capacidad de ralentizar la absorción de los azúcares. Esto significa que la glucosa entra a la sangre de manera más paulatina, evitando picos bruscos que a la larga pueden favorecer la aparición de diabetes tipo 2.

Colesterol bajo control

Otro de sus efectos más valiosos es su relación con el colesterol. La fibra soluble actúa como una especie de “esponja” que atrapa parte del colesterol malo (LDL) y lo elimina junto con los desechos. Este proceso ayuda a proteger el sistema cardiovascular y reduce el riesgo de enfermedades coronarias.

Amiga de la microbiota

Cada vez hablamos más de la microbiota intestinal, ese conjunto de bacterias que habita en nuestro colon y que influye en la digestión, la inmunidad e incluso el estado de ánimo. La fibra cumple aquí un papel fundamental, ya que sirve como alimento para estas bacterias beneficiosas, favoreciendo un equilibrio que repercute en la salud de todo el organismo.

Satisfacción y control del apetito

Un plato rico en fibra se traduce en mayor saciedad. Los alimentos fibrosos permanecen más tiempo en el estómago, lo que contribuye a regular el apetito y a evitar esos antojos que suelen aparecer entre comidas. Por eso, la fibra resulta muy útil para mantener un peso saludable de manera natural, sin recurrir a restricciones extremas.

Escudo contra enfermedades

Diversos estudios han demostrado que una dieta adecuada en fibra se asocia con un menor riesgo de cáncer colorrectal, enfermedades cardiovasculares y trastornos metabólicos. En otras palabras, la fibra no solo mejora el día a día: también actúa como un escudo a largo plazo contra algunas de las principales causas de enfermedad en el mundo.

¿Cuánta fibra necesitamos?

La respuesta depende de la edad y el sexo, pero las recomendaciones internacionales coinciden en un rango claro:

  • Hombres adultos: entre 30 y 38 gramos diarios.
  • Mujeres adultas: entre 21 y 25 gramos diarios.
  • Niños y adolescentes: de 14 a 31 gramos, según la etapa de crecimiento.

En términos prácticos, podemos decir que un adulto debería procurar consumir al menos 25 a 30 gramos de fibra al día. El problema es que, en la mayoría de las dietas modernas, las cantidades suelen ser mucho menores.

¿Dónde encontrarla?

La buena noticia es que la fibra está al alcance de todos y en alimentos que forman parte de nuestra mesa cotidiana. Basta con dar prioridad a lo natural y lo integral:

  • Frutas y verduras: desde una manzana con cáscara hasta el brócoli, las zanahorias o el plátano.
  • Legumbres: frijoles, lentejas, garbanzos, una fuente que además aporta proteína vegetal.
  • Cereales integrales: avena, arroz integral, panes y pastas elaborados con harinas poco refinadas.
  • Frutos secos y semillas: almendras, chía, linaza, entre otras opciones.

Eso sí: lo recomendable es incrementar la fibra de manera gradual y acompañarla con suficiente agua (entre 1.5 y 2 litros al día). De lo contrario, el cuerpo puede reaccionar con gases o inflamación.

Un hábito con gran impacto

Incluir fibra en la alimentación diaria no requiere esfuerzos complicados. Algo tan simple como elegir un pan integral en lugar de uno blanco, agregar una porción de verduras extra en la comida o cambiar una botana procesada por un puñado de nueces puede marcar la diferencia.

La fibra no es un nutriente de moda ni un suplemento milagroso: es un componente esencial que nuestro cuerpo reconoce y aprovecha de múltiples maneras. Apostar por ella significa invertir en salud digestiva, en bienestar a corto plazo y en prevención a futuro.

 

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