La práctica de tomar una siesta ofrece beneficios respaldados por la ciencia, siempre y cuando se realice considerando la duración óptima, el momento adecuado del día y una frecuencia apropiada. Sus raíces históricas se encuentran en la Antigua Roma, donde evolucionó y se adaptó a diversas culturas y contextos a lo largo del tiempo. El término "siesta" deriva del latín "sexta", que correspondía a la sexta hora del día, un periodo tradicionalmente destinado al descanso y al sueño en la antigua sociedad romana. Esta costumbre ancestral ha perdurado y se ha transformado, manteniendo su esencia como un paréntesis reparador en la jornada diaria.
Beneficios comprobados de la siesta:
Mejora del estado de alerta y el rendimiento cognitivo
Estudios han demostrado que una siesta corta (10–30 minutos) puede mejorar la concentración, el tiempo de reacción, la memoria a corto plazo y la productividad. La NASA llevó a cabo una investigación en 1995, entre sus pilotos y astronautas, encontrando que una siesta de 26 minutos mejoraba el rendimiento de los pilotos en un 34% y el estado de alerta en un 54%.
En 2003 la Universidad de Harvard comparó grupos con siesta vs. sin siesta, y los que dormían recordaban significativamente más; el estudio buscó comparar detalles específicos de lo que se les preguntaba a los participantes (memoria en corto plazo). Encontraron que la consolidación de la memoria (para recordar hechos y conceptos) si tenía diferencias.
Reducción del estrés
Dormir brevemente puede ayudar a regular las emociones, reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo. Se ha observado una reducción en marcadores de estrés como el cortisol tras siestas cortas. Además, aunque es necesario aclarar que una siesta no alcanzará a reparar el desvelo de una mala noche, si puede reducir los efectos negativos en el rendimiento y la salud.
Beneficios para la salud cardiovascular
Algunos estudios sugieren que las siestas ocasionales pueden estar asociadas con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular. Estudios hechos en la Universidad de Lausanne en Suiza, dieron seguimiento a más de 3 mil personas durante 5 años, descubriendo que las personas que tomaban una o dos siestas a la semana tenían un 48% menos de riesgo de sufrir un infarto. Resulta importante mencionar que no se observó el mismo beneficio en siestas diarias.
Recomendaciones para la siesta eficaz
Duración ideal: 10–30 minutos. Si duermes más, podrías entrar en sueño profundo y despertar con inercia del sueño (sensación de aturdimiento).
Hora del día: Si bien, no existe una hora fija. Se ha encontrado que entre las 13:00 y las 15:00, el ritmo circadiano naturalmente baja la alerta.
Frecuencia: ocasional o regular, dependiendo de tus necesidades de sueño. Si duermes bien por la noche, quizás no necesites siestas. No se recomienda que se tomen siestas diarias a menos que se tengan condiciones de trabajo especiales.
Precauciones:
Si tomas siestas largas o frecuentes y además duermes mal por la noche, puede ser un síntoma de trastornos del sueño. Siestas tardías (después de las 6 de la tarde) pueden interferir con el sueño nocturno, especialmente en personas con insomnio.