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¿Por qué necesitamos dormir más horas en invierno?

¿Por qué necesitamos dormir más horas en invierno?

Don Colchón |

El sueño es esencial para nuestra salud física y mental. Aunque las necesidades de sueño varían entre individuos, muchas personas notan que durante el invierno sienten un deseo natural de dormir más. Este fenómeno no es casual; responde a cambios biológicos, hormonales y ambientales que afectan nuestro organismo. Desde la regulación de nuestros ritmos circadianos hasta factores psicológicos como el Trastorno Afectivo Estacional (TAE), la ciencia médica ofrece respuestas claras sobre por qué nuestro cuerpo pide más descanso en los meses más fríos.

El impacto del ciclo luz-oscuridad en nuestro reloj interno

Nuestro cuerpo está programado para seguir un ritmo circadiano, un "reloj interno" de 24 horas que regula funciones clave como el sueño y la vigilia. Este ritmo es influido principalmente por la luz solar. Durante el invierno, los días más cortos y las noches más largas alteran la producción de melatonina, la hormona que induce el sueño.

Estudios han demostrado que la exposición limitada a la luz solar retrasa la disminución de melatonina al amanecer, provocando somnolencia matutina. Además, la falta de luz intensa reduce la activación de hormonas como el cortisol, necesaria para la alerta diurna (National Institutes of Health, 2020). Además, el invierno suele reducir las actividades al aire libre, disminuyendo el ejercicio físico, lo que puede contribuir a una mayor sensación de fatiga.

Socialmente, muchas culturas han adaptado sus tradiciones al invierno, priorizando el descanso. Desde las prácticas de "hygge" en Dinamarca, que promueven la comodidad y el bienestar, hasta el aumento de horas de sueño documentado en poblaciones rurales, el entorno invernal fomenta un ritmo de vida diferente.

La carencia de vitamina D, frecuente en invierno, también se ha relacionado con alteraciones en el sueño. Un estudio publicado en Nutrients (2021) encontró que niveles bajos de vitamina D pueden influir negativamente en la calidad y duración del sueño, aumentando la necesidad de horas de descanso para compensar.

Adaptaciones evolutivas al invierno

Desde un punto de vista evolutivo, el letargo invernal podría haber sido una ventaja para nuestros ancestros. Dormir más y reducir la actividad física permitía conservar energía durante los meses fríos, cuando los recursos alimenticios eran limitados. Aunque hoy en día contamos con calefacción y alimentos disponibles todo el año, nuestro organismo aún conserva ciertos vestigios de este comportamiento estacional.

La comparación con otros mamíferos, como osos o ardillas, que hibernan en invierno, refuerza esta idea. Aunque los humanos no hibernamos, compartimos respuestas fisiológicas similares, como la ralentización metabólica y la búsqueda de descanso prolongado.

La depresión estacional existe

La disminución de luz solar no solo afecta la melatonina, sino también la serotonina, un neurotransmisor crucial para el estado de ánimo y los ciclos de sueño. La reducción de serotonina puede generar letargo y, en casos severos, desencadenar el Trastorno Afectivo Estacional (TAE), también conocido como Depresión Estacional, que afecta entre el 4 y el 6 % de las personas, según datos de la American Psychiatric Association (APA, 2022).

Las personas con antecedentes familiares de trastornos del estado de ánimo tienen mayor riesgo de desarrollar TAE, aunque es más común en mujeres y en personas jóvenes (20-40 años), así como en regiones con inviernos largos y oscuros, como los países nórdicos o el norte de América.

Algunos síntomas de la Depresión Estacional son:

- Sentimientos persistentes de tristeza, desesperanza o inutilidad.

- Irritabilidad o ansiedad.

- Falta de interés en actividades placenteras

- Cansancio extremo, incluso después de dormir lo suficiente.

- Cambios en el apetito, especialmente antojos de carbohidratos y aumento de peso.

Consejos para equilibrar el sueño durante el invierno

Aunque dormir más en invierno puede ser beneficioso, el exceso de sueño también puede ser contraproducente. Aquí hay algunos consejos respaldados por la ciencia médica para mantener un equilibrio:

- Aprovecha la luz natural: Intenta exponerte a la luz solar durante el día, especialmente por la mañana. Esto ayuda a regular el ritmo circadiano y mejora la producción de serotonina.

- Mantén un horario constante de sueño: Aunque sientas la necesidad de dormir más, procura no alterar demasiado tus horarios para evitar desajustes en tu reloj biológico.

Haz ejercicio regularmente: La actividad física moderada durante el día mejora la calidad del sueño y combate el letargo.

Considera la suplementación de vitamina D: Consulta a un médico sobre la posibilidad de tomar suplementos para prevenir deficiencias.

Usa lámparas de fototerapia: Estas lámparas imitan la luz solar y son especialmente útiles para quienes experimentan TAE o tienen horarios de trabajo nocturno.

Hygge, el secreto de la felicidad de los daneses

Si le preguntamos a un danés qué es "hygge", responderá que "es sentarse frente a la chimenea en una noche fría, vestido con un grueso suéter de lana mientras bebes un vino y acaricias a tu perro echado a tu lado".

Dinamarca es uno de los lugares con peor climatología del mundo, y sus habitantes han aprendido a convertir sus hogares en templos del bienestar.

Esta filosofía danesa no tiene grandes secretos: se basa en el placer de acurrucarse en el sofá en el calor del hogar, escuchar música, pasar un tiempo de calidad con los amigos, disfrutar de una buena comida casera, relajarse… en definitiva, disfrutar del momento.

Esto implica que el ambiente debe ser acogedor, íntimo, agradable, aun cuando se necesite trabajar o realizar labores serias. A través de estas prácticas, los pueblos escandinavos pueden combatir la depresión estacional en los meses más fríos y concentrarse en otras labores.

El invierno trae consigo desafíos únicos para nuestro organismo, y la necesidad de dormir más es una respuesta natural a estos cambios. Desde el impacto de la luz solar en nuestros ritmos circadianos hasta adaptaciones hormonales y evolutivas, la ciencia médica respalda esta tendencia. Escuchar a nuestro cuerpo y adaptar nuestras rutinas a las demandas de la temporada es clave para mantenernos saludables y equilibrados.

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